¿Quién decide la educación de nuestros hijos?

Buenos días, Ávila:

Esta mañana, una madre comentaba conmigo su inquietud respecto a la formalización de la matrícula de su hijo para el curso que viene. Ella quería que fuera a un colegio determinado, pero no estaba segura de si finalmente podrá entrar en él, dado que no reúne los puntos suficientes.

Esta conversación me ha hecho pensar en lo poco que se garantizan los derechos constitucionales de los ciudadanos. En efecto, el artículo 27 de nuestra Carta Magna, en su tercer apartado, defiende el derecho de los padres a la elección del centro docente con el fin de que sus hijos reciban una formación acorde con sus convicciones. Vamos más allá. En la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en su artículo 26, se afirma que “los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos”. Una doctrina que también se recoge en otros documentos, como la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea.

Estas sentencias, como tales, quedan muy bien en según qué textos legales. Se supone que es algo que ha de cumplirse inexorablemente, pero, lejos de ser así, no es más que una utopía no muchas veces realizable.

El sistema actual del Ministerio de Educación, gestionado por las Consejerías de Educación de las Comunidades Autónomas, está obsoleto. El hecho de que la educación de nuestros hijos quede en manos de puntos y de unos cuadrantes del callejero que no están hechos precisamente con escuadra y cartabón, es frustrante para los padres. En teoría, uno elige el centro educativo que desea. En la práctica, depende de baremos, de números de plaza y demás. Una lotería en muchos casos.

Creo que el tema educativo es algo bastante serio. Y, desde luego, coincido con todos los textos antes mencionados en que somos los padres quienes, en primera instancia, decidimos la clase de educación que queremos que reciban nuestros hijos. Pero, ¿realmente los padres somos libres para tomar esa decisión?

Auxi Rueda