miércoles, 16 de marzo de 2011

La Copa del Mundo



Buenos días, Ávila:

Recientemente he tenido… iba a decir la suerte, pero, para no exagerar, vamos a decir que simplemente he podido estar cerca y tocar la Copa del Mundo. Unos segundos tan sólo para contemplar aquel trofeo que convirtió en verano nuestras angustias y preocupaciones por un país y una economía a la deriva, en un auténtico sueño del que nadie quería despertar.
Y de nuevo, vinieron a mi cabeza las imágenes de aquellos días, en las que todo era alegría, compadreo e ilusión. Las banderas de nuestra maltrecha España adornaban orgullosas los balcones. Las tonalidades rojigualdas se imprimían con carácter en la piel. Todos éramos uno sólo, animando a un equipo de once a conseguir el triunfo que nos llevara al éxtasis total.
Y es curioso cómo, cuando se tiene delante dicho trofeo, una se da cuenta de lo que puede hacer un trozo de metal y la victoria que ello representa por la cohesión social. En julio, el fútbol bastó para hermanarnos a todos. Pero, ¿dónde quedó aquel sentimiento?
Por eso, mirando fijamente esa Copa que ha hecho historia, me sorprendo a mí misma envidiando su estatus; deseando que esa unión que hizo la fuerza, esa fe en nuestras propias posibilidades, brotase de nuevo y traspasase las fronteras balompedísticas para instalarse de lleno en nuestra cotidianeidad. Quizá, y sólo si creemos en que aquellos valores no son propiedad exclusiva del deporte mediático, sino que permanecen latentes en nuestro propio ser, podamos salir de esta crisis machacona que no parece querer abandonarnos nunca. Porque el trabajo en equipo, la confianza en nosotros mismos, la unión con nuestros semejantes, podrá cambiar el mundo. Y seguir ganando mundiales, pero esta vez, de solidaridad

Auxi Rueda Vega

No hay comentarios:

Publicar un comentario