miércoles, 6 de abril de 2011

Pobreza Lingüistica

Buenos días Ávila:
Es sorprendente la pobreza lingüística, por no decir cultural, de nuestros políticos. Es que ni para insultarse son originales. Y lo que nos queda, porque el final de esta legislatura, agónica y demencial, no promete de todo, menos buena política.
Y, mientras nuestro próceres representantes (en un exceso de originalidad y agudeza impresionantes para lo que nos tienen acostumbrados) se tararean el “sin ti no soy nada” de Amaral, o el “cuánto hemos cambiado” de Presuntos implicados, el paro sigue subiendo, las empresas siguen cerrando, y Cáritas no da ya abasto en atender a los millones de necesitados que abundan en cada ciudad española.
Eso sí, tramitamos una ley de igualdad impuesta e irracional, vitoreamos a los cuatro vándalos que se desnudan en capillas públicas, nos vamos a la guerra “qué dolor, qué dolor, qué pena”, negociamos vilmente con los etarras, mentimos a diestro y siniestro, nos reunimos con los 40 más ricos de España (que son los que más lo necesitan, claro) y, por supuesto, nos ponemos un kilo de super-glu en la butaca, no sea que me la quiten.
En cuántas conversaciones de la gente normal surgirá la pregunta: “¿pero es que no hay media docena de políticos decentes, de uno y otro lado, que sean capaces de sentarse y enfrentar los problemas reales de la gente?” “Pues claro que los hay”, contesta uno, “pero ésos no llegan arriba”. Pues así nos va, y no es un chiste. Porque la democracia necesita la política, y la política necesita políticos, no esta casta enferma de poder y dinero, de ideología e influencias, que nos gobierna.
A falta de una clase política a la altura, se hace urgente una sociedad civil con mucho más horizonte, con mucha más pasión por la vida real, con mucha más formación y empuje. Que sea capaz de movilizarse, de unirse en asociaciones, de salir a la calle y de vivir sin el yugo de la ideología, sea la que sea. Más sociedad, y menos Estado, justo lo contrario de lo que tenemos. ¿Estamos nosotros a la altura, o tenemos los políticos que merecemos? Inquietante cuestión, sin duda.
Pablo Martín Pacual

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