miércoles, 2 de marzo de 2011

Dice mi madre que los homenajes y las gracias, cuando uno está vivo.



Buenos Días Ávila
Dice mi madre que los homenajes y las gracias, cuando uno está vivo. Que después no sirven de nada, más que para quedarse tranquilo porque uno no lo ha hecho cuando debía. Estos días pasados, en los que hemos recordado el aniversario del intento del golpe de estado de 23-f, ha habido mucho de esto. De agradecer y alabar a los que se ignoraron o incluso despreciaron públicamente en su momento. Pienso en nuestro paisano Adolfo Suárez, pero no sólo. Ahora, que a nadie le importa ya el 23-f (y, si no, pregunten a cualquier muchacho de bachillerato, a ver qué les dice…)
Sin embargo, no es del todo inútil mirar una y otra vez al pasado reciente, sobre todo cuando hace tan poco que pasaron cosas verdaderamente importantes, decisivas para el modo que tenemos hoy de vivir y de pensar. Habría que explicar a estas generaciones que los estudios califican de individualistas y hedonistas, que la libertad no es gratis, que los derechos se han tenido que luchar, que fue necesario el sacrificio de hombres y mujeres valientes, con nombres y apellidos, para que nosotros hoy disfrutemos de tantas cosas. Y que hoy, aunque no lo parezca, son tan frágiles como ayer.
Y esto es esencial, porque aunque no lo parezca, la responsabilidad hoy es tan grande como entonces. No podemos “pasar la pelota” y esperar que sea otro el que piense, defienda y actúe por la libertad y la verdad. Aquellos hombres y mujeres a los que debemos tanto (legisladores, maestros, santos, cada uno en su momento y circunstancia), no estaban hecho de otro material que nosotros. Y hoy no tenemos menos desafíos en los que ponernos en juego: leyes injustas, ataques contra el derecho a la vida, corrupción política, manipulación mediática. Si queremos disfrutar de una sociedad libre, donde desarrollar nuestra vida en la verdad y la justicia, necesitamos mojarnos. Todos. Ya. No por glorias pasadas, o por un futuro mejor, sino por la exigencia de un presente en el que nos lo jugamos todo.
Pablo Martín Pascual

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